El engendro humano surge no de una función creativa del Universo, sino más bien de un polvo echado a media luna o a la limón por nuestros ancestros, con lo que nuestra capacidad escapa de los seis días laborables que estableció el Señor en su recreación terrenal. Somos un periquete atómico de quasares, agujeros negros y estrellas fugaces. Toda una entelequia intelectual del mundo llano universal.
Falsetes con gorros de papá Noel trasnochados han crispado de ruido estos días de fiestas que no son otras que un rutinario proceso del mundo mundial de este planeta que se embala en las noches previas de fin de año entre lunas y cantos bañadas de frisol y alcohol.
Y así se hace el nudo gordiano de los días de un calendario hecho a medida de la mediocridad y el encanto festivo de no hacer nada a fin de satisfacer el trabajo no hecho y favorecer así el descanso; descanso que no se eterniza hasta repetir tantas veces todo el calendario hecho durante días, meses, años, décadas o instantes quedos sin ninguna estancia hasta alcanzar ese ahogo sin respiro de la eternidad mudada.
Y así germina el correr humano por este planeta, cuyo estímulo ha ralentizado nuestro paso genuino por valles, cordilleras, llanuras y montañas, donde el océano es el espejo de lágrimas que los seres vivos van dejando a medida que las olas cumplen con su función de dar vida a las rocas y entablar ese acorde sinfónico bajo el perfil del horizonte y la batuta de nuestra galaxia.
Por todo ello y por el significado de todo aquello que no llegamos a conocer me aferro a la dislexia de la convivencia que bajo el prisma de los humanos transgrede a veces el sentido común de los que hablan en silencio y no se les entiende, tales como son la fauna y flora de este planeta que colorean el espacio común que los humanos se saltan y rasgan, dibujando así en un continuo estrago un amplio abismo del porqué y del cómo se vienen haciendo, sin saber hacer, las cosas en tanto se desatiende todo aquello que siendo entendible no se entiende o nada se hace por entender.
Largo me lo fiáis para escapar de este limbo y sin embargo qué rápida va la vida, con la complejidad de detenernos sin áreas de servicio para visualizar no sólo el camino que llegue sino para recordar todo el andado. Se alzan palabras para que miremos arriba y de ese modo y de frente sepamos por dónde debemos proseguir para no volver a caer en aquellos huecos del camino hollado, a fin de que en algún momento hagamos pruebas en el espacio.