Vista la situación política en que nos hallamos, a veces no puedo resistir a la tentación de indagar en el pasado a fin de poder lograr los motivos por los que hemos llegado a esta esperpéntica realidad social en que vivimos. Pactos de sofismas, bulla o zambra de asimétricos políticos que se lucen en sus escaños por no hacer nada y cobrar como si mucho hicieran. Si los casos de corrupción nos advertía que estábamos sometidos a una clase política de bandoleros trileros y carteristas, ahora explota el proces de Cataluña con marcadores similares entre los dos bandos que disputan la soberanía estatal. Los independentistas catalanes como pipirigallos o esparcetas que no sirven ni siquiera para dar de comer a la tierra de los ovinos que les siguen y los nacionalistas españoles como pipiolos o micos muy crecidos pero sin alforjas para una caminata transversal y con un mal GPS que sólo les conduce al inicio de partida. Sin duda, todos ellos no suplen las miras que tienen los españoles de los buenos políticos y éstos quedan, unos más y otros menos, como meros mandamases cuyas atribuciones que ejercen ni proporcionan comida al hambriento ni justicia al oprimido.
Para olvidarme de esta parafernalia que nos abruma busco entre los recuerdos y llegohasta pocos años antes de la muerte del dictador donde la única oposición firme, clara y sin ningún tipo de prebendas en el territorio era ejercida por filósofos y profesores ilustres como Enrique Tierno Galván, Agustín García Calvo y José Luis Aranguren.
Enrique Tierno Galván creó la Junta Democrática de España (JDE), que en su declaración constitutiva, expresó sus reivindicaciones en 12 puntos, de entre los que destacaban la formación de un gobierno provisional que reconociese los derechos y deberes democráticos a todos los ciudadanos; la legalización de todos los partidos políticos; los derechos de huelga, reunión y manifestación pacífica; la libertad de prensa y de opinión; la neutralidad política y la profesionalización de las Fuerzas Armadas; el reconocimiento de la personalidad política de catalanes, vascos y gallegos; la separación Iglesia-Estado, y la integración de España en la Comunidad Europea. Ocupó la cátedra de la asignatura de derecho político en las Universidades de Murcia y Salamanca. En agosto de 1965, junto con los también profesores universitarios José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, fue separado de la universidad española, acusado de incitar a los estudiantes a emprender acciones subversivas. Este hecho hizo evidente que la universidad dejaba de ser un aparato de hegemonía controlado por el poder del régimen del general Franco y que existía en su seno un conflicto ideológico.
Agustín García Calvo, ensayista, poeta, dramaturgo, traductor, filósofo y un pensador polémico. Privado de su cátedra en Madrid e fue en exilio a Francia, donde sí pudo seguir enseñando, tanto en la Universidad de Lille como en el Collège de France. En París también fundó y coordinó una tertulia política y literaria en el café La boule d’or del Barrio Latino. Desde el nacimiento del movimiento 15-M, acudía cada jueves a las concentraciones en la madrileña puerta del Sol para hablar con los jóvenes que estaban de acuerdo con su pensamiento.
José Luis Aranguren, de la meditación del catolicismo «día tras día» pasará a una reflexión política que desemboca en la ruptura con el nacionalcatolicismo establecido. En mi opinión fue para nosotros los estudiantes, el primer demócrata cristiano en aquella España de la dictadura. Fue profesor de Ética y Filosofía de la universidad Complutense. Durante la Guerra Civil aunque se unió a las fuerzas sublevadas, en la posguerra fue amigo de los componentes del grupo de intelectuales falangistas (en torno de la revista Escorial) que se fueron distanciando del régimen de Franco (Pedro Lain Entralgo, Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar, Gonzalo Torrente Ballester). Su actividad como informante de las autoridades franquistas sobre el mundo intelectual fue objeto de polémica.
En esa lucha sin cuartel contra la dictadura hubo además mucha gente que se esforzó en la lucha diaria, cara a cara, y sin más defensa que la propia que uno podía ejercer contra aparatos como la Brigada Político Social y otros poderes fácticos que de la mano del general Franco neutralizó cualquier intento como para acabar con aquel régimen represor.
Ochenta años después, vestigios de aquel pasado brotan ante la inoperancia de los actuales gobernantes y el neonacionalismo y el neoconservadurismo rampante son un lastre derechista y endogámico que invade incluso Europa y si la derecha de la derecha manda, toda concesión a compartir nuevas competencias económicas serán arduas y los independentistas de uno u otro lado serán de nuevo los protagonistas de una recesión política, al menos, en todo el continente europeo, en el que sin embargo muchos creemos que podemos mejorar.