La palabra de sus ojos es el silencio pero lo dicen todo con su mirada
Ojos que te arrastran a entender el porqué de su silencio y del grito de su mirada
Ojos que miran y ven, observando las heridas de las injusticias sociales que nutren su rostro y angustiosa existencia.
Ojos que no lloran porque las lágrimas están secas y conforman huellas indelebles de su pena y desdicha, así como de haber vivido en suspenso.
Ojos abiertos que no se cierran ante el espanto que les domina cada día.
Ojos lacrados con la impostura de quienes hacen y deshacen y tienen el poder de codificarlos como seres ajenos a no tener en cuenta.
Ojos magnánimos que perdonan miserias y rencores que les arrinconan y parecen que están ciegos
Ojos peregrinos que deambulan por fronteras cerradas y a dar pasos opacos sin destino
Ojos que expresan sin palabras todo un sentimiento que inunda pupilas con propias lágrimas
Ojos que interiorizan ilusiones malogradas y venturas sin costura
Ojos que acarician, que muestran el cariño y la ternura de quien nunca ha podido recibirlo
Ojos que desdibujan la realidad de aquellos que se sienten reyes y que omiten la desventura de quienes la viven
Ojos que minan suelos en búsqueda de horizontes que no ven frente a sí
Ojos que se cierran de día para abrirlos con los sueños de la noche
Ojos que no pestañean ante la amargura y trazan miradas cálidas a quienes ayudan a no rendirse con la pesadumbre
Ojos que te besan y dan calor a las palabras que pronuncian su eterna mirada
Ojos que te llevan de la mano a su mirador y desde el mismo entablar diálogo con sus pupilas y hacer amistad con sus pestañas