LA PALABRA DE SUS OJOS ES EL SILENCIO PERO LO DICEN TODO CON SU MIRADA

La palabra de sus ojos es el silencio pero lo dicen todo con su mirada

Ojos que te arrastran a entender el porqué de su silencio y del grito de su mirada

Ojos que miran y ven, observando las heridas de las injusticias sociales que nutren su rostro y angustiosa existencia.

Ojos que no lloran porque las lágrimas están secas y conforman huellas indelebles de su pena y desdicha, así como de haber vivido en suspenso.

Ojos abiertos que no se cierran ante el espanto que les domina cada día.

Ojos lacrados con la impostura de quienes hacen y deshacen y tienen el poder de codificarlos como seres ajenos a no tener en cuenta.

Ojos magnánimos que perdonan miserias y rencores que les arrinconan y parecen que están ciegos

Ojos peregrinos que deambulan por fronteras cerradas y a dar pasos opacos sin destino

Ojos que expresan sin palabras todo un sentimiento que inunda pupilas con propias lágrimas

Ojos que interiorizan ilusiones malogradas y venturas sin costura

Ojos que acarician, que muestran el cariño y la ternura de quien nunca ha podido recibirlo

Ojos que desdibujan la realidad de aquellos que se sienten reyes y que omiten la desventura de quienes la viven

Ojos que minan suelos en búsqueda de horizontes que no ven frente a sí

Ojos que se cierran de día para abrirlos con los sueños de la noche

Ojos que no pestañean ante la amargura y trazan miradas cálidas a quienes ayudan a no rendirse con la pesadumbre

Ojos que te besan y dan calor a las palabras que pronuncian su eterna mirada

Ojos que te llevan de la mano a su mirador y desde el mismo entablar diálogo con sus pupilas y hacer amistad con sus pestañas

 

 

EL OPROBIO DEL MENSAJE

No soy amigo de extremos ni dado al dislate o a la facundia, de ahí que no me sea saludable la superabundancia de mensajes sin otro sentido que captar voluntades ciegas. Mensajes que llevan una marca, sigla o distintivo y, por tanto, con el objetivo concreto de comprar conciencias ajenas, sin muestra de dignidad alguna.

Ese campo de experimentación también es empleado por algunos medios de comunicación, donde las noticias se han transformado en mercaderías. Vender se ha convertido en el principal instrumento válido para esas empresas de la comunicación, con la desagradable consecuencia de observar que dicho ejercicio no implica que sea un ejercicio de libertad.

La historia nos explica que cualquier ciclo vital tiene comienzo y final y de su lectura se suelen sacar conclusiones válidas. Si lo negativo sabemos positivarlo, comprenderemos que la libertad no es solo un término mal empleado, sino un estado de dignidad humana por el que continuamente debemos luchar. A ese estado natural no forzosamente se debe llegar, atravesando caminos avezados con firmes y destinos tenebrosos, sino afianzados en las sombras de nuestra vivencias, que se mueven en una operación de rastreo hasta hallar una libertad no comprada aunque sí comprometida con los demás.

Ya no me escandaliza lo más mínimo la televisión o algún que otro medio de comunicación escrito, pero sí estoy harto de sucesivos oprobios, publicaciones con desdoro y tertulias de eméritos personajes de turno, sabiendo de todo lo ajeno y nada de lo propio, además de resaltar atávicos juicios y dictaduras asesinas.

De la misma forma que hay paternalismos peligrosos,  existen libertades “mudas” que no son más que un trueque para desprestigiar la propia libertad de expresión. Y tal osadía no raya la gravedad si no nos atrevemos adoctrinar a los demás con nuestros escasos conocimientos y sectarismos perversos.

Pienso que el ejercicio de hurgar, indagar, querer y desear averiguar, pueden ser nobles variantes de nosotros mismos, si con ello hacemos de nuestro poso de sabiduría un gesto reflexivo de hesitación y, de ese modo, de comprensión hacia los comportamientos de los demás.

Cuanto más leemos, estudiamos, escuchamos, nos equivocamos, corregimos y nos detenemos en cada instante para comprender el mundo en que vivimos, más ignorantes nos sentimos, lo que puede hacernos temblar , a veces, de pura ingenuidad. Y es que reconocer las propias responsabilidades y los propios errores no implica estar vencido, sino por el contrario, eres humano/a y más sabio/a. Y que estás vivo/a. Y que es difícil que termines en un infame volante vocero.