PÓKER DE HIPÓCRITAS

Juego de tronos entre los gerifaltes catalanes y del Gobierno de la Nación. Llevamos así una década, por acortar el tiempo, y todo se desgaja por el hecho de creer que los territorios son más importantes que las personas.

Son horas de banderas, horas de falsos patriotas, de un lado y del otro, que proclaman fidelidad y no sé cuantas cosas más por el país y luego muchos de ellos conceden fiscalidades en otros países allende los mares.

Estoy harto de tanta premeditación y juego al azar, como si la política fuera una partida de póker, negando cualquier solidaridad sobre unas reglas de juego que no respeta la mesa, saliendo, eso sí y sin cartas, un póker de hipócritas.

De fondo, quimeras de humo, pues ya no se fuma sino se contamina con postverdades y contaminaciones acústicas y de medio ambiente, formándose entre todos una panda de osados y atrevidos bandarras que se han subido al proscenio tras abandonar las bambalinas para representar cualquier absurdo de Ionesco –con perdón-, agotando así al mero espectador y resignado contribuyente al que le hacen pagar la entrada por este esperpéntico sainete político en tres actos, que nos fatiga, agota y tortura.

Cada acto, los irreconciliables protagonistas van pisando el guión sucio del otro, acusándose mutuamente de pecados capitales de los que no hacen penitencia y autocrítica alguna. A, que se alimenta de ventas de armas a regímenes dictatoriales; B, de recibir dinero por asesoramiento a dichos regímenes; C, de querer irse de un Estado más corrupto que ellos; D, de festejar continuamente el día de la banderita…

Ante tal disfunción, el pueblo llano está harto ya de estar harto. Lancemos, pues, ese viejo eslogan de «No pasarán», y luchemos todos juntos porque tal denigrante espectáculo, nada gratis para nadie, no nos lleve a un preámbulo peor ya conocido de guerra infernal. No nos rindamos y tendamos nuestra manos unidas pero sobre todo nunca nos hinquemos en cuclillas.