Crecemos y aprendemos entre equinoccios y solsticios mientras que soñamos y nos hacemos más humanos en la claridad de la noche.
Con la estrella encendida del recuerdo. El horizonte azul está allí y, a veces, nos acerca a recrearnos en el pasado, con esa distancia que la hacemos cercana y de la que se mece nuestro futuro.
Miras líneas de azul en tanto vienen líneas grises de impredecibles presentes, uno a uno vamos desmenuzando su frontera y nos ponemos alerta en ese dintel del mañana para cruzar la puerta de la vida que nos pasa de cerca y de la que apenas deja su aliento.
Arrecifes de corales que surgen en medio de un océano de ideas que plasman la marina y en sus riberas disputan especies variadas que se distinguen por su color blanco o negro.
En esa ambivalencia de tonalidades tintes y reflejos humanos pervive una abstracción de percepciones y conceptos nítidos, cuando no abigarrados o tibios, formando una amalgama policromática de rojos o grises desiformes que segregan incesantes e inciertas sensaciones y juicios revueltos en un tornasol de pensamientos y conocimiento que como secuelas sólo nos dejan dudas.
19/20 diciembre 1985 Vicente Montejano Conejero