EL «FAR NIENTE» DE LA PLAGA DE ZAFIOS

Atravesamos desde el pasado mes de febrero una transición social inédita y peligrosa para toda la humanidad, en la que observamos que cabe, cuando no, la improvisación o el aprendizaje para menguar futuras pandemias que nos llegue por cielo, mar o tierra. Sin embargo, Spain is different y la crítica del too much aquí no cesa.

No hay necesidad de soportar el mal uso epistolario, radiofónico o televisivo alguno, que nos invoque un far niente,  que de modo empedernido nos machaque visión y oídos por quienes, en mi opinión, conforman una plaga de zafios, resentidos y procaces desestabilizadores, todo por el mero hecho de haber perdido el poder aunque no el dinero.

Estamos es un momento transitorio que marca un antes y un después, lo que era y lo que va a ser la vida a partir de cuando finalice todo este proceso calamitoso de enfermedades y muertes, para afrontar otro reto más perdurable y no mejor, esto es, una recesión económica e ignotos fenómenos de mayor calado de las habidos y para lo cual hay que estar preparados en colaborar todos juntos y no ocupar tinta o plano para hablar por hablar sin tener algo importante por decir a fin de obtener todos un buen fin.

En el plano internacional, Trump, Maduro, Johnson, Orban, Bolsonaro…, son seres estrambóticos, llenos de contradicciones y manipulaciones, que andan aún en el limbo histórico y social; espejos rotos en los que nadie se mirarán en un futuro.

La crisis va dejando en evidencia las debilidades de un modelo neoliberal que deja a cientos de millones de personas sin cobertura sanitaria universal (en EEUU afronta grandes resistencias ideológicas) mientras se mantiene un gasto estratosférico para Defensa. Una crisis que además de colocar al borde del colapso los sistemas sanitarios de varios países, ha demostrado que la UE es incapaz de articular una respuesta coordinada, coherente y precisa no sólo dirigida a ciertos países sino a todo el conjunto que conforma los pilares de su supervivencia, además de olvidar el dolor que el egoísmo nacional produce en gran parte del mundo. La pandemia de 1918 nos debería haber servido para evitar ahora el clima de desconfianza social, así como las divisiones nacionales existentes con profusión de xenofobia y respuestas autoritarias.

En el plano nacional, hay que recuperar calma y sensatez. El Gobierno escuchar, atender y actuar exclusivamente para reconstruir este país y la oposición, por su parte, percatarse que la gravedad de la situación obliga a limitar en consecuencia las críticas extemporáneas y esperar a que llegue el momento adecuado para ejercer las críticas que considere oportunas.

Acepto lo que tantos dicen o escriben, respecto a que los acuerdos reflejen el sentido de los pactos, pero que se realicen bajo la premisa de que ningún partido político por sí mismo cuenta con las respuestas y con las fuerzas suficientes para imponerlas al resto de la sociedad.

Sin discusión no hay democracia posible estable pero el terreno de juego debe conllevar un equilibrio de confrontaciones y que por acuerdo explícito o implícito deben sustraerse al debate cotidiano.

Hay que dar por sabido que la frontera entre lo sometido a tal debate y lo que se deja fuera de él por mor de circunstancias no es evidente ni estable. Confrontación y pacto, pese a la ambigüedad que emerja, son elementos necesarios en democracia pero una vez debatidos es el Gobierno el que actúa.

 

Vicente Montejano Conejero