No soy proclive a escribir sobre situaciones que yo haya pasado y han ocurrido sin que nadie se percate de los daños colaterales sufridos. Ha poco me informé debidamente que el subdirector general de Gestión así como el gerente de un medio donde según se le conoce por opinar, viven a sus anchas y sin remordimiento alguno una vez que allí fueran trasladados tras haber logrado, tal vez entre otros deberes, que yo me quedara sin unos 300.000 euros generados por mi intenso trabajo profesional.
Estos dos personajes, el segundo de ellos, contable de la empresa que yo trabajaba y el primero, apareció tras la muerte de su antecesor en el cargo. Juntos con un abogado de prestigio, de nacionalidad europea y residente en Galicia con su familia y ancestro tras la Segunda Guerra Mundial, lograron que mis reivindicaciones laborales de cariz totalmente cristalino quedaran de tono opaco, a fin de que en el juicio que se llevó a cabo una tal magistrada MPD consiguiera que los genuinos representantes de la importancia empresa donde yo desarrollaba mi intenso trabajo se salieran con la suya y, de ese modo, yo perdiera lo que era absolutamente propiamente mío (valga todas las redundancias posibles). ¿Acaso se prevaricó?. ¿Se ajustaron trapicheos entre los bastidores del departamento de Accounting?.
Fui defendido por un importante abogado que desde un primer momento creyó que la causa estaba ganada, siempre fue ese su parecer, pero quiso el infortunio que un ilustre magistrado adquiriese mayor relevancia en los poderes judiciales y el tribunal donde se iba a ver mi litigio fuese OKUPADO por la tal no tan inocua magistrada MPD.
Así, el caso quedo premeditadamente cerrado y con obscurecidas bases para recurrir ante el alto Tribunal. Con esta fórmula sanguinaria se acopló el 2×1 y de tal mala suerte también no pude acceder a cobrar mensualmente una paga porcentual mensual más alta que me correspondía por todas las tareas asignadas durante mi profesión en tan destacado medio nacional y que, por cierto, dieron grandes y pingues beneficios a tal empresa de ámbito estatal.
El premio a los sátrapas consistió en auparlos en su profesión pero largo y fuera del entorno territorial donde procedieron a tal escarnio contra mi persona.
Hoy día ambos siguen respirando oxígeno en el NO con vistas a las bravas aguas oceánicas y lejos de que mi inexistente rencor o violencia pudieran acceder a poner mácula ad aeternam a sus deshonorables y respectivas carreras de tiranos contables o gánsteres de opiniones mojados sin voces ni nada veraces.
Hoy tocó esta historia personal que además intenté hacer pequeña pero dispongo de grandes seriales propicios a la marimorena.
Atentamente amistades.