CONTRA EL FANATISMO

 

Hubo un minuto de silencio en la Plaza del Concello por el atentado perpetrado ayer por los yihadistas en Barcelona. En esta ágora de silencio he recordado el grave daño que muchas veces se infringe a gente inocente que no ha hecho nada punible como para merecer toda manifiesta perversidad sin sentido. Este planeta, sin duda, maravilloso por su inmensa y bellísima naturaleza no obtiene la reciprocidad que debiera tener de los seres humanos. Ni respetamos las nociones básicas de convivencia con todo aquello que se mueve o vive, cítese distintos tipos de flora y fauna, con un máximo caos que se acentúa cuando incluso matamos a cualquier ser humano que se precie como tal, creando miseria y desesperación.

No pretendo eximir responsabilidades que a todos nos toca pero sí pongo un punto de atención a los males que como aberraciones de distinto género nos acompañan desde que tenemos sentido de razón, histórica y desde que propiamente nacemos. Ningún fenómeno proviene por arte de birlibirloque, es decir por sorpresa o por ensalmo y sin causa aparente, pues con un mero seguimiento de actualidades pasadas, presentes y premonitorias, tal vez, podamos subrayar alguna que otra reflexión no dada al pairo sino con mejores certidumbres o incluso acierto, para saber de dónde vienen tantas desgracias y desigualdades.

Se conoce el origen de muchas costumbres o tradiciones, cuando sus autores fueron personajes significativos en la vida cultural o social de una época. Rescatar referentes es tarea árdua porque se hallan normalmente vinculados a experiencias populares, cuasi no religiosas. Pero las religiones de unos u otros sitios, etnias, países, culturas, se han venido desarrollando con un compendio difícil de ir comprendiendo una a una su oblongo pasado y duras y rancias liturgias, imbuidas, cuando no, de prejuicios claros de difícil digestión aunque sí de fácil domesticación por aquellos que se han ido acogiendo a esa ambigüedad que tienen todas las profesiones de fe, esperanza y caridad, llegándose incluso a matar por la religión y sus míticos y heterodoxos gerifaltes que sólo validan sus propias creencias y rechazan las demás. En esa épica de intolerancia subsisten y se elevan las llamadas culturas cultivadas o de jardinero, empleándose tácticas que pasan por distintas estrategias: émica, excluyendo al contrario; mágica, asimilación del otro despojándole de su otredad, e invisibilización del otro para que desaparezca del propio mapa mental, y actualmente por medio de atentados, del mapa físico. Imanes inquisidores con opiniones heteróclitas y confusas que al igual que en su día la jerarquía católica expulsó de su iglesia a los heresiarcas como instigadores de la herejía, hoy reproducen a la inversa esa lógica del fanatismo y la intransigencia

“Educad a los niños y no habrá que castigar a los hombres” (Pitágoras) ¿Cómo enseñar a los hijos el respeto por el contrario, desechar el maltrato, la violencia, la ira, la soberbia y el orgullo mal digerido?. Es posible que el ejemplo sea la mejor enseñanza, poniendo en alza la bondad y la igualdad en derechos y valores, con una cirugía mayor didáctica y receptora que al igual que el sistema heterodino produzca ondas de frecuencia diferente a la de las ondas recibidas y de ese modo obtener por batimiento una frecuencia de dignidad interior fija, a fin de recibir buenas señales de convivencia y entendimiento y con ello, si se puede, salvar en un futuro a todas las especies que existen en este planeta Tierra.