Baiona es de las pocas villas de Galicia que dispone de una belleza singular con un enclave excepcional en el sur de Galicia y una espléndida bahía que trae la brisa de altamar y en su horizonte se vislumbran los sueños más recónditos del viajero más perseverante.
Las impresionantes vistas desde los aledaños de la fortaleza hacen que sean muchos los visitantes que se acerquen y elogien el paisaje marítimo que abre camino hacia las Islas Cíes y la ría de Vigo.
De este punto cardinal marino como de su villa con una historia genuina y de excelencia turística no habría más cosas que añadir si no fuera por que en este municipio últimamente acontecen sucesos o actuaciones que más bien son propias de lugares propensos a acatarrarse de bulos, infamias y modus vivendi no aptos para la convivencia y el crecimiento personal.
La maledicencia siempre es execrable y más cuando la degradación personal ocurre por preocuparse en denostar todo lo ajeno y no arreglar lo propio; perversidad que suele darse más bien en lugares pequeños o en sociedades endogámicas no dispuestas abrirse con confianza hacia los demás. Y muchos se preguntan de ¿dónde puede venir todo esto?
Me explico: acontecimientos acaecidos en las tres últimas décadas desde los gobiernos municipales habidos, abrieron en su momento tensiones y heridas que de hecho no han cicatrizado en su conjunto aún.
Obras como el aparcamiento subterráneo a la entrada del Parador, sin tener en cuenta vestigios arqueológicos u otras consideraciones de grupos políticos de la oposición, produjeron serios enfrentamientos entre familiares, vecinos y amigos, con reclamos conocidos como “A Palma é nosa”, pancartas y tumbas abiertas en dicho recinto con alusiones a concejales y otros, junto con manifestaciones de personas, algunas armadas incluso con hachas a las puertas de la Alcaldía en las provisionales instalaciones del Consistorio, donde hoy está enclavado el Museo de la Navegación, hicieron posible la aparición y permanencia de los GEOS en la comarca durante mucho tiempo, creando angustia y desazón en todo el municipio.
Años antes, sainetes como el arresto de la vaca “Pinta” por pacer en las inmediaciones de la Palma, seguido de otro arresto de un rebaño de ovejas, que permaneció durante días en el salón de sesiones, plenos de maitines de tres minutos de duración, el cierre y demolición del antiguo Mercado de Abastos, que hizo que mariscadoras y vendedoras quisieran impedirlo durmiendo in situ por la noche sobre mantas en el suelo…etc.
Un sinfín de despropósitos sumado a construcciones altas indebidas en primera línea o sala de fiestas pegada a ella…que produjeron que Baiona pareciese una jungla de facinerosos impunes más que un municipio de excelencia. Hoy su futuro es incierto, al tener en todo su municipio una centena de locales apagados, cerrados y abandonados, al mismo tiempo que ciertas malas lenguas no cesan y hacen irrespirable la existencia en esta bella villa, como deseando convertirla en un agujero negro.
Vicente Montejano Conejero