EL FANATISMO LLEGA DEL TEMOR Y LA DESIGUALDAD

EL FANATISMO LO DA EL TEMOR Y LA DESIGUALDAD

El fanatismo suele nacer de un cierto inconformismo de hoy en día, donde muchos tienen poco o poquísimo y poquísimos o pocos tienen muchísimo.
Una forma de curar tal desigualdad es con la razón, quitando ese compuesto emotivo y de temor que nos lleva a ello. Considero que el extremo de la decepción conlleva decisiones cuando no fanáticas, sí suicidas en todo caso.
En algunas ocasiones la razón se muestra ausente y muchos seres humanos no son más que piezas desconsoladas que no alcanzan recompensa alguna a lo largo de largas etapas de su vida. Un neurotransmisor tal como es la dopamina hace que algunos logren esa recompensa, tal cual es una puntual estabilidad emocional, bien leyendo un libro o visionando una buena película o museo de arte, mientras otros recurren en hacer «puenting». Todo ello a nivel biológico.

Pero la vida que son distintos capítulos por escribir y por leer en cada persona no es igual para todos. Y tal como nos vaya en la vida surgen problemas con solución y otros sin solución y estos últimos conforman la realidad de nuestros días.
Desde un principio las religiones y sus prebostes lo tienen claro al comprobar que la muerte nos da miedo y de ahí ha surgido lo de la vida eterna, como un puro bálsamo tranquilizante para aquellos que no obtienen recompensa adecuada a lo que buscan. Tal cual suele surgir el fanatismo, ante una existencia sin emociones y sin trueques que den un giro a su efímera vida, y de ahí ese deseo de comportamientos extremos y de fanatismo que se dan en las religiones y, por poner otro ejemplo desigual, en un partido de fútbol.

A tenor de lo expresado, muchas veces somos fanáticos para evitar algo que nos da miedo llegando en algunos casos a un plano patológico. De ese extremo de decepción o de temor la única salida se aferra a una idea y de ahí se pueda entender, aún sin compartirlo de ningún modo, que haya grupos violentos en Siria, Irak, Líbano, Yemen.. que meramente se unen formando un colectivo de fanáticos que bien matan por fe, dinero, mujeres u otros deseos de búsqueda de placer y de logros de recompensas que no les llega si siguen determinadas pautas de conductas normales.

En un mundo donde la complejidad política, social y cultural crece ante la ausencia de instituciones decentes que garanticen una justicia igual para todos y proteja a los indefensos se dan las condiciones adecuadas para que decrezca la ética y se enraícen la corrupción, la miseria, la desigualdad y de facto el fanatismo más radical.                                                                                                                          

Esa merma de valores humanos sirve de cultivo donde emergen propuestas de autodefensa, autocontrol y de fronteras que de hecho son pautas lineales que no enriquecen el diálogo, la crítica y el contraste dialéctico y sí producen parapetos vagos para defenderse de los contextos desoídos y sin autocrítica o un mero análisis rechazados. De hecho, surgen personas que centran su verdad en sí mismo, excluyendo todos sus contextos y marcando una línea dogmática desde la que eliminan todo lo que se les opone, lo cual indica un fanatismo patológico que requiere soluciones psiquiátricas.                                                                                                                                                

Este vacío cultural, propio del neoliberalismo consumista más radical, ha producido esta enfermedad global de grupos como un virus visceral que interpreta ese odio a otros, de exterminio de una cultura ajena a la que hay que erradicar y eliminar, haciendo que la superioridad racial se autolegitime y sea un medio que justifique sus conflictos como exclusiva finalidad.                                                                                                                                          

El nuevo ascenso de los totalitarismos a imagen de lo ocurrido en Europa en el siglo pasado se debe a que se esté asistiendo a una caída de hegemonías políticas, siendo estas sustituidas por lobbys financieros o grandes corporaciones que gobiernan el planeta y deciden sus estrategias, tal como es el foro Bilderberg con unas 130 personas más influyentes del mundo.      Así hemos llegado a que se materialice una desafección política en gran parte del planeta, ante un déficit abrumador de políticos que vivan por eso que dicen y proclaman cuando son incipientes en su gestión, que una vez luego se transforma y queda en nada, es decir, sin mediación política alguna.                                                                                                               

Antiguos dictadores, por citar como Hitler, ya no son necesarios en estos tiempos porque todo se controla mediante un nuevo modelo laboral de nueva esclavitud y en defensa de los intereses de las nuevas corporaciones, sin citar a ninguna pero todos sabemos el nombre de ciertas entidades pues dominan distintos e importantes sectores productivos industriales.                                                                                             En ese lecho de conflictos y exclusión se practican medidas antidemocráticas al límite de los derechos humanos, que permiten con total impunidad invasiones y bombardeos de países pobres y subdesarrollados en una maquinaria de terror y sin control que nos lleva a un futuro impredecible de desastre y crispación social del que no sabemos el desarrollo o el deterioro final del ser humano en sí y del planeta en que habita.