¿QUÉ SON LOS EXTREMOS?

¿Qué es la extrema izquierda?. ¿Qué es la extrema derecha?. El sentido común es la razón inequívoca. ¿Debatimos?

Ha tiempo, cuando era peque (y olvidando una época tan confusa, tan difícil y represiva que duró décadas con señuelos claros aún de posguerra) escuchaba, siempre como hablaban muy bajito a los que se referían a la época, oyendo nombres difusos de políticos de uno u otro lado, Azaña, Casares Quiroga, Lerroux, Largo Caballero, Negrín, Casado, Miaja, Besteiro, Mola, Sanjurjo, Millán Astray, Queipo de Llano, José Antonio…, exiliados médicos, escritores y artistas, como Severo Ochoa, Pittaluga, Pérez de Ayala, Picasso, Salinas, Sánchez Albornoz, Sender, Margarita Xirgú, Miguel de Molina, María Zambrano…, intelectuales, Ortega, Madariaga, Unamuno… o algunos vilmente asesinados, Lorca, Miguel Hernández, Antonio José, Martínez González del Arco…, y en esa larga amalgama de nombres, se vertían definiciones o calificaciones a favor o en contra de cualquiera de ellos, llamándome siempre mucho la atención cuantas veces salía o predominaba el artículo y la altanería: “el Caudillo”, bien como ejecutor o precursor del alzamiento nacional, guerra civil, pena, miseria, hambruna, exilio, exclusión, condena, muerte y desaparición de algunos de los citados.

Sin duda, lo relatado es el frontis de una historia compulsiva aún hoy día amañada por el conservadurismo autollamado patriótico o el nacionalismo que se autodefine progresista para deslegitimar cualquier democracia incipiente que no lleve los parabienes de unos valores educacionales atávicos inventariados y predominados por la iglesia a fin de que el poder jerárquico de una oligarquía óxida nunca sea subvertido por quienes saben que los extremos son abismos y que el sentido común es una buena razón para no caer en un foso de contradicciones y paparruchadas.

Si los Presupuestos se aprueban todos saldrán favorecidos, de uno u otro territorio, evitándose de ese modo que siga lesionándose el Estado, que es de todos los que aceptamos que España es nuestro país sin algarabías o falsos alzamientos de banderas, las cuales como los telegramas nunca llegan a salvar cualquier contienda.